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La educación en valores y la formación del carácter cívico es un factor relevante en el desarrollo moral de cualquier ser humano, ya que lo prepara para la vida y la convivencia en sociedad, es decir, para la ciudadanía. Así, es responsabilidad de la familia, la escuela y la sociedad en su conjunto formar y orientar a las personas hacia una educación basada en actitudes cargadas de amor, respeto al prójimo, solidaridad, honestidad, justicia, comprensión, entre otros valores que ellos solo tienden a promover, el bienestar con ellos mismos y con los demás. La educación en valores y la formación del carácter cívico debe desarrollar la capacidad de discernimiento de los estudiantes y hacerlos conscientes de la importancia de sus elecciones. Por lo tanto, la educación consolida los valores y virtudes que ya existen en los estudiantes y favorece la superación de errores y carencias. En este sentido, las escuelas deben estar cada vez más comprometidas en invertir en la articulación de diferentes áreas del conocimiento que conduzcan a la práctica educativa con el objetivo de reflexionar sobre los principios que subyacen a los valores, para que dichas prácticas se realicen a partir de actividades rutinarias en el aula, a la selección de contenido específico. Es en la escuela donde los niños aprenden a vivir la ciudadanía, es decir, vivir en sociedad, aprendiendo también gran parte de las reglas de una sociedad y la diversidad cultural. Por lo tanto, en esta situación, el docente es quizás uno de los factores de cambio, porque es él quien está en contacto diario con los estudiantes, futuros ciudadanos y guías de la sociedad. Es necesario que el docente actúe para que el alumno dé un significado especial a su figura y se estimule en su deseo de conocer y aprender. Una educación del carácter con estas características es lo que realmente se puede denominar educación de sensibilización y transformación.